Presencial, remoto, híbrido... Lejos de ser opciones estancas, el futuro de los modelos de trabajo apunta más hacia la reorganización y combinación de diferentes “piezas”
—Hablar de teletrabajo, volver a la oficina o apostar por un sistema híbrido es hablar de la transformación que vive el modelo de trabajo tradicional. Y eso va más allá del lugar en el que se trabaja.
Hay empresas que ya han vuelto, otras que lo harán y algunas que quizá ni se lo planteen. De una forma u otra, con más o menos oficinas y espacios compartidos, a lo que muchas compañías se enfrentan en realidad es a una transformación de su propuesta de valor del empleado y de su cultura de trabajo.
Cómo abordarlo está lejos de ser una decisión entre el blanco y el negro. Más bien está repleta de grises. No es fácil. Porque, después de todo lo vivido, la vieja normalidad rivaliza con la nueva y empresas y trabajadores se plantean qué rutinas o hábitos recuperar, transformar u olvidar para siempre.
—Confianza, empatía y colaboración emergen como las principales coordenadas del cambio
Se ha hablado mucho de la aceleración digital que ha provocado la pandemia, en especial en lo que al aumento del teletrabajo y trabajo en remoto se refiere. Pero, ¿hasta qué punto esto ha supuesto un verdadero cambio en las formas de organizar el empleo dentro de las empresas? ¿Hasta qué punto se podrá mantener después?
de teletrabajadores en el tercer trimestre de 2021
Según la Encuesta de Población Activa del
INE, en 2019 el porcentaje de trabajadores activos que teletrabajaba normalmente apenas
rozaba el 4,8 %. Superado el impacto del confinamiento más estricto en la primavera de 2020, el porcentaje
se incrementó hasta el 11,2% durante el primer trimestre de 2021. El último dato sitúa la cifra en un 8%
de teletrabajadores, en el tercer trimestre de 2021.
Parte del cambio permanecerá de una forma u
otra entre nosotros. La transformación de los modelos de trabajo, sin embargo, no es exclusiva de la
pandemia. Viene de antes. Su impacto también irá más allá de la emergencia sanitaria. La automatización,
la creación (y desaparición) de empleos o el cuestionamiento de parte de los acuerdos en torno al llamado
“contrato social” son otros de los factores a tener en cuenta.
El teletrabajo ha captado toda la atención del debate actual sobre los modelos de empleo. Sin embargo, para ir más allá del dónde y apostar por la creación de atmósferas inteligentes de trabajo es importante desligar la búsqueda de nuevas formas de organización de la dicotomía “gente en casa” y “gente en la oficina”. La ambición debería ser huir de cualquier división de ese tipo y aspirar a crear un entorno capaz de aunar relaciones digitales y presenciales, sin fricción o desventajas según cuál sea el régimen de trabajo mayoritario de cada persona. Lograrlo pasa, entre otros, por cuatro ejes clave.
A las variables habituales de la diversidad en las empresas se suman ahora nuevos criterios a tener en cuenta para reducir las desigualdades, también hacia dentro.
Más que de oficinas y puestos tocará hablar de espacios de colaboración. Múltiples y conectados, pero siempre útiles.
Con la pérdida del contacto informal y la visibilidad también cambia la forma de valorar el factor humano.
La pieza clave. Ya sea a distancia, en la oficina o de manera híbrida, el cambio pide dinámicas flexibles sin sacrificar la desconexión, digital y de cualquier tipo.
Cuando los analistas Clay Richardson y John Rymer acuñaron el término “low code”, en 2014, señalaron cuatro características esenciales para comprender el funcionamiento de estas plataformas.
¿Y esto qué quiere decir? Pues que permiten trabajar de forma intuitiva gracias a un principio modular: el usuario dispone de modelos visuales que se arrastran con el ratón y se integran (lo que se conoce como “drag and drop”) en la aplicación que se está creando.
Los usuarios pueden utilizar las plantillas, plug-ins ywidgets siempre que quieran. De hecho, algunas empresas disponen incluso de su propia tienda privada para que los equipos adquieran nuevos elementos.
La mayoría de low code permite a sus usuarios guardar y gestionar las herramientas visuales utilizadas y las aplicaciones creadas en la nube, de manera que, si se hacen cambios, no es necesario reprogramar.
El soporte que ofrece la low/no code no solo incluye la creación de la aplicación, sino también la implementación y el mantenimiento de esta, aunque suele ser de pago. Además, si se necesita pausar o posponer un proyecto, se puede volver a retomar sin problema en el futuro.
La posibilidad de trabajar a distancia, ya sea a diario o de manera ocasional, va a requerir un espacio de trabajo, tecnología y formación que no todos los trabajadores poseen. La realidad cotidiana y socioeconómica de cada miembro del equipo ganará presencia entre las variables de diversidad que maneja toda compañía.
Además, otras cuestiones que incluyen desde el bienestar de los empleados hasta la conciliación familiar o personal ganan terreno en la agenda empresarial. De la misma forma que conciliar es algo más que “estar en casa”, la salud mental de cada trabajador puede depender de factores muy distintos: contacto con los compañeros, trabajo más independiente, mayor o menor uso de la tecnología... Trazar un plan de cambio que permita dar seguimiento a estos temas es fundamental.
El modelo híbrido y el teletrabajo tienen un riesgo: la pérdida de espíritu de empresa y sentimiento de equipo. Por ello, numerosas firmas consideran que la oficina no puede desaparecer del todo, que debe encarnar la cultura corporativa y ser ese lugar al que los empleados siempre pueden regresar.
Ahora bien: la oficina ya no es lo que era, y si queremos que se convierta en un lugar inteligente y motivacional, hay que rediseñarla. Las más innovadoras son entornos fluidos, en constante evolución, donde los empleados pueden elegir entre distintos espacios con funciones diversas: lugares de concentración, trabajo individualizado con otro compañero, reuniones virtuales, aprendizaje o socialización.
Más de un año después del inicio de la pandemia, no se observan grandes cambios en las métricas utilizadas para valorar la productividad y eficacia de los trabajadores. La tendencia indica que, al eliminar el contacto diario entre empresa y trabajador, lo más probable es que el foco se ponga en los resultados obtenidos.
No obstante, si la productividad —y con ella la rentabilidad— pasan únicamente a valorarse y medirse a partir de entregables cerrados, mucha información valiosa podría perderse en el proceso. Si solo se ve el producto final, ¿cómo computar habilidades como la resolución de problemas y la creatividad? ¿Desaparecen de la ecuación? ¿Y la relación con otras personas del equipo? Convendrá definir cuáles son y cómo evaluar los atributos diferenciales de cualquier proyecto o persona de forma que la carrera tenga tanto valor como alcanzar la meta.
Una mayor autonomía del trabajador para regular sus horarios y localización genera vínculos más complejos entre las empresas y sus plantillas. Del mismo modo que aumenta la productividad también puede minar la capacidad de desconectar del empleo. Por eso es importante establecer pautas claras en busca de una cultura común de trabajo.
De nada sirve anunciar que la gestión de tareas será flexible si después las horas de trabajo reales superan a las estipuladas o no se respetan los momentos de descanso. Además, conviene cuestionarse de qué otras formas podemos materializar esa flexibilidad. Tenemos la localización, también los horarios. ¿Y luego? ¿A qué más podemos incorporar opciones de flexibilidad y autoorganización saludables a la vez que productivas?
Gestionar un modelo de trabajo híbrido o flexible tiene mucho que ver con construir un ambiente de confianza y comunicación constante.
Según un estudio de McKinsey &
Company realizado en 2021, es casi 10 veces más probable que los trabajadores que perciben
una comunicación clara y se sienten incluidos por parte de la empresa aumenten su productividad y puedan
actuar con resiliencia frente a los cambios.
Hablar del futuro y desterrar la incertidumbre puede
generar beneficios en el presente. La transparencia se convierte en el punto de partida clave para
construir un entorno laboral híbrido, productivo y flexible; que los empleados formen parte de la toma de
decisiones.
¿Cómo cambian las relaciones laborales con la ausencia de una oficina?
¿Qué tipo de entorno se necesita para trabajar en remoto?
¿Las reuniones habituales implican a países con diferentes horarios?
¿Es el teletrabajo una forma de conciliación con el ámbito personal u otras labores?
¿El teletrabajo es visto como una imposición o como una oportunidad por parte de los equipos?
A la hora de repensar el modelo y entorno laboral desde la flexibilidad, las preocupaciones y preferencias de los trabajadores, proveedores y responsables del equipo han de estar presentes. Debemos tener en cuenta algunas cuestiones que toda empresa debería plantearse.
Para que cualquier proceso de transformación sea fructífero ha de partir de tres conceptos clave: la confianza, la empatía y la colaboración.
Una cualidad que resulta crucial a la hora de conceder mayor autonomía y flexibilidad a las plantillas. Si las empresas van a perder el contacto más físico y regular con sus equipos, la confianza será clave para evitar dinámicas de vigilancia.
La uniformidad que se trataba de lograr en la oficina y con un modelo de trabajo rígido ha desaparecido. La realidad e idiosincrasia de cada trabajador están más presentes que nunca y ponerse en el lugar del otro será la tónica del día a día.
Dado que este proceso de cambio afecta (y puede beneficiar) de manera bidireccional a empresas y trabajadores, la construcción de un nuevo modelo laboral ha de ser colaborativa.
Es probable que las piezas de la transformación del trabajo nunca encajen del todo. El foco ahora es aprovechar las circunstancias actuales como una oportunidad de crecimiento, pero quizá eso sea solo una esquina del rompecabezas. Conviene empezar con las otras.
¿Quieres saber más sobre gestión del cambio y transformación laboral? ¿O imaginar nuevos futuros? Aquí no nos cansamos de hacerlo.
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