Llega el momento de que el planeta,
las instituciones, las empresas y la sociedad civil compartan agenda
—Para poder seguir el
ritmo que marca el planeta, lo importante ha de convertirse en urgente
Empresas, medios e instituciones parecen ponerse de acuerdo en la lucha contra el cambio climático con cada nueva cumbre del clima. Sin embargo, una vez se apagan los focos, el desafío vuelve a un segundo plano.
Haya cumbre o no, las organizaciones deben plantearse su contribución a una economía
descarbonizada: qué hacer, medir y cambiar para avanzar hacia el que se presupone un objetivo común. Todo sin
caer en una “sostenibilidad de última hora” o “de saldo”. Algo que, no pocas veces, comienza por comprender
—de verdad— en qué consiste esta agenda climática que ocupa portadas.
—Lo que hay que saber para seguir el ritmo
La agenda climática también cuenta con sus grandes encuentros: las COP o
“Conferencias de las Partes”. En ellas se reúnen las 197 partes —196 países y la Unión Europea— que
firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en 1992. Hoy se han
convertido en un gran momento de conciencia colectiva sobre el desafío climático.
En ellas se reúnen las 197 partes —196 países y la Unión Europea— que firmaron la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en 1992.
Durante 30 años, estas conferencias han sido sede de
complejas negociaciones entre casi todos los países del mundo, desde los más contaminantes hasta los
pequeños estados insulares.
Las COP son el único foro mundial donde todo el planeta
puede reunirse y comprometerse con los grandes recortes de emisiones. Estas decisiones afectarán, a su
vez, a pequeñas, medianas y grandes empresas, a la cualificación de sus empleados, al tipo de producto
o servicio ofrecido y cómo lo ponen en circulación.
Sin embargo, el verdadero punto de inflexión fue la
COP21, celebrada en 2015 en París. Era la primera vez que casi todos los países del globo
aceptaban un compromiso vinculante a nivel jurídico para reducir las emisiones y acelerar la inversión
necesaria para ello. Se acordó que las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) deben llegar a cero a
mediados de siglo —“huella de carbono cero” o net zero— para así garantizar que la
temperatura global no suba más de 2ºC o, a poder ser, más de 1,5ºC respecto a niveles preindustriales.
Que la temperatura global no suba más de 1,5ºC es necesario para evitar un impacto
severo sobre la agricultura, la biodiversidad y la salud. La India se ha puesto 2070 como meta para la
neutralidad de emisiones, EE. UU. y la Unión Europea aseguran que lo harán en 2050 y China sitúa en 2060
el fin del CO₂.
Pese a ello, y según los planes actuales de los distintos países, vamos de
camino a un aumento de al menos 2,7ºC en este siglo. El Sexto Informe de Evaluación del IPCC (agosto 2021) considera que
limitar el calentamiento a 1,5º todavía es posible desde una perspectiva física, pero solo si las
emisiones de CO₂ se reducen hasta alcanzar la huella de carbono cero, con 2050 como fecha tope. En ese
sentido, los países ricos deben tomar la iniciativa y avanzar mucho más rápido de lo prometido sobre el
papel.
de las emisiones globales de dióxido de carbono es producido por los países del G20. Sin embargo, muchos cuentan
con planes climáticos altamente insuficientes, entre ellos India, China, Australia, Arabia Saudí, Rusia
y Brasil.
Es necesario repensar la semántica del clima para devolver la
relevancia y sensación de urgencia al debate. Frente a términos como “cambio” o “crisis”, la expresión
“emergencia climática” refleja una amenaza inminente, que pone en riesgo la supervivencia del medio
ambiente e incluso de la especie humana, no solo a largo plazo, sino en términos inmediatos.
Al igual que es importante manejar los conceptos y términos de un
movimiento si se quiere comprender y participar del mismo, el nombre que damos a las cosas también tiene
su peso. La crisis climática no es un cambio circunstancial, estamos ante una situación de emergencia. Sin
tener que censurar la expresión “cambio climático”, se recomienda utilizar las nuevas expresiones —como
crisis y emergencia— para concienciar de su magnitud y gravedad.
En muchas ocasiones, lo que impide a las empresas y a la sociedad actuar de
manera sostenible es su desconocimiento acerca del clima y el medio ambiente. Una desinformación que
obstaculiza la toma de decisiones y las acciones eficaces; un silencio climático cada vez más
peligroso.
La respuesta es sí. La capacidad de influencia y acción de los
distintos agentes políticos y empresariales, así como la implicación ciudadana, está haciendo que las
cosas cambien en la dirección adecuada. Sin embargo, los riesgos siguen siendo muy altos y hay que
actuar rápido.
Las cifras sobre el coste potencial de un calentamiento continuado siguen
aumentando: si no se reducen rápidamente las emisiones, las pérdidas en este siglo
supondrían el 23% del PIB mundial, según un estudio publicado por el Mercator Research Institute on Global Commons and Climate
Change.
Estas pérdidas económicas superarían incluso a las sufridas
durante la Gran Depresión, en las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX. El coste de la
inacción sería muy superior al de la descarbonización.
Ahora bien, existen numerosos motivos para creer en el cambio. La era de los
combustibles fósiles se acerca a su fin, la conciencia ciudadana se extiende y los patrones de consumo
cambian, las instituciones financieras empiezan a colaborar y cada vez existen más soluciones asequibles y
sostenibles para satisfacer todas nuestras necesidades energéticas.
Algunos de los mayores compradores de bonos —como el Banco Central
Europeo— y propietarios de activos del mundo están alineando sus estrategias con el Acuerdo de París.
Importantes bancos e instituciones financieras han asumido compromisos históricos en la COP26 para
poner fin a la financiación del carbón, incluidos los principales prestamistas internacionales: HSBC,
Fidelity International y Ethos. Además, un grupo de 25 países —los socios de la COP26, Italia, Canadá,
Estados Unidos y Dinamarca, junto con instituciones financieras públicas— han firmado una declaración
conjunta para acabar con el apoyo público internacional al sector de combustibles fósiles en 2022.
El apoyo y participación de los ciudadanos es crucial para la
reducción de emisiones, según el informe Emisiones netas cero en 2050, elaborado por la Agencia
Internacional de Energía. En torno a un 55% de las reducciones que se produzcan hasta 2050 estarán
vinculadas a comportamientos del consumidor: desde comprar un vehículo eléctrico hasta modernizar una
casa con tecnologías de eficiencia energética o instalar una bomba de calor. De ahí la importancia de
avanzar hacia un cambio en los estilos de vida y patrones de consumo.
En la declaración final de la COP26, celebrada en noviembre de 2021 en
Glasgow, se ha pedido a los países que reduzcan gradualmente el carbón y las subvenciones a los
combustibles fósiles. Es la primera vez que en una decisión de la ONU de este tipo se mencionan los
combustibles fósiles, principales responsables de las emisiones —sobre todo el carbón— . Eso sí, sin
fijar plazo alguno y dejando la puerta abierta a las centrales de carbón con sistemas de captura y
almacenaje de CO₂ —que atrapan este gas antes de que llegue a la atmósfera—.
En la mayoría de los países, las energías solar y eólica se han convertido
en las formas más baratas de producir nueva electricidad. Además, los países y las empresas
automovilísticas están eliminando progresivamente la venta de motores de combustión. Queda el reto de
reducir de los desplazamientos aéreos —los vuelos producen el 12% de las emisiones relacionadas con
transporte—y el transporte marítimo.
de las emisiones relacionadas con el transporte son provocadas por los vuelos.
Este tipo de aproximación consiste en desarrollar una lógica de
pensamiento y toma de decisiones que va más allá del “no hacer daño” y es capaz de aportar valor. El
pensamiento regenerativo considera que el mundo se basa en relaciones recíprocas entre las personas y
los ecosistemas y que, por tanto, los desafíos sociales y medioambientales a los que nos enfrentamos
pasan por regenerar y restaurar nuestra relación con la sociedad y el medio ambiente.
Este enfoque busca que las personas comprendan mejor el papel del
futuro en lo que ven y hacen, para potenciar la imaginación y mejorar la capacidad de preparación,
recuperación y creatividad ante la incertidumbre. Cuanto más se comprenda el peso del futuro, más
fácil será pensar a largo plazo. Al igual que la capacidad de leer o escribir, es una habilidad
universal que toda la sociedad puede desarrollar.
Para no caer en una “sostenibilidad de saldo” hay que adoptar una estrategia
a largo plazo que permita afrontar un problema global complejo como la crisis climática. ¿Posibles claves?
El pensamiento regenerativo y el futuro como metodología.
Frente a los acelerones de última hora, las instituciones, las empresas y la sociedad
civil deben apostar por un compromiso climático que sea constante, acompasado y a largo plazo.
¿Quieres saber más sobre la agenda climática? ¿O sobre cualquier otra cosa? También
puedes hacerlo si te gusta seguir el ritmo. Nos encanta bailar.
¿Quieres saber más sobre desarrollo para dummies y cómo acercarte a la programación? ¿O sobre cualquier otra cosa? Nos encantan las manualidades.